Cuando no piensas que una persona es mala estás dándole la oportunidad de transformarse. Estás aceptando al ser humano tal y como es.
¿Has observado que eso ocurre también en tu vida? Cuando alguien te acepta totalmente, incondicionalmente, empiezas a cambiar. Esta aceptación te da valentía...cuando alguien te quiere simplemente como eres, ¿no has comprobado como todo cambia milagrosamente y tú también empiezas a cambiar de una manera muy rápida? Simplemente la aceptación te da alma, te equilibra, te devuelve la confianza. Te hace sentir que eres, que no tienes que cumplir expectativas, que puedes SER y que tu ser original es respetado.
Aunque sólo encuentres una personas que te respeta totalmente, que te acepta como eres, que no te exige nada y que dice: "Sé como eres. Sé auténticamente tú mismo. Te quiero. Te quiero a ti y no lo que haces. Te quiero tal como eres en tu esencia más profunda. No me interesa tu apariencia ni tu ropa. Amo tu ser y no lo que posees. No me interesa nada más, solo me interesa una cosa y es lo que eres. Y eres inmensamente bello..."
Eso es el amor. Por eso el amor es nutritivo. Cuando encuentras a una mujer o a un hombre que simplemente te quiere -por ningún motivo en concreto, por el placer de amar-, el amor te transforma. De repente aparece otra persona, alguien que nunca has sido. Sin máscaras. De repente desaparece toda la tristeza y la apatía. De repente encuentras el paso en tu danza, la canción en tu corazón. Empiezas a actuar de un modo distinto: surge la gracia.
Obsérvalo: cada vez que alguien te ama, basta con el fenómeno. Desaparece la frialdad y empiezas a sentir calidez. Tu corazón ya no es indiferente al mundo. Te permites impregnarte de él. Porque una mujer o un hombre te ha mirado a los ojos y te ha aceptado totalmente, y en ese momento no tenía ninguna expectativa.
El zen no juzga. El zen no valora. El zen no impone a nadie un carácter, porque para imponerlo tienes que haber valorado: bueno o malo. Esto es lo que hay que recordar. El zen brinda conciencia.